No podemos ser vistos así. Amelia (Jane Wilde) está pasando el rato con su novio, Elliot, en su habitación. Mientras Elliot intenta ponerse juguetón con ella, son interrumpidos por el padre de Elliot, Gary (Charles Dera). Cuando Gary le dice a Elliot que necesita hacer las tareas del hogar, Amelia parece incapaz de quitarle los ojos de encima. Gary se disculpa con Amelia por la intrusión, aunque Amelia insiste en que puede mantenerse ocupada mientras Elliot no está… Poco tiempo después, Gary revisa a Amelia. Aunque no es más que amistoso, Amelia continuamente interpreta todo lo que dice y hace como si él se le acercara. Cuando Amelia también se acerca a él, Gary intenta resistirse, pero ella juega con él e insiste en que sabe que él también debe sentir algo por ella. ¿Por qué debería negarse a sí mismo sus deseos más primarios? El Dr. Ross, un psicólogo, comienza a contar los extraños acontecimientos del día. Ella fue visitada anteriormente por una mujer agotada y de aspecto temeroso llamada Molly (Nelly Kent). En la seguridad de la oficina, Molly le dijo al Dr. Ross por qué la había buscado. Molly describió una fantasía oscura e inquietante. En esta fantasía, Molly se encontró en una habitación. En esa habitación estaba un hombre (Raúl Costa). Cuando se acercó a Molly, un hambre se apoderó de ella, un impulso insaciable que la consumió. Un impulso de ser… LLENADO… en todos los sentidos de la palabra. La Dra. Ross tiene que admitir que ha despertado su curiosidad de una manera que no tiene sentido en mucho tiempo, pero no tiene idea de en qué se ha metido… porque pronto, el impulso la consumirá a ELLA también.